Fundación Histórica Tavera: Guía preliminar de fuentes documentales etnográficas para el estudio de los pueblos indígenas de Iberoamérica


Introducción Ecuador

Por María Elena Porras Rocío Rueda N.

Taller de Estudios Históricos (TEHIS)



A) LOS PUEBLOS ABORÍGENES DEL ECUADOR


1. Características y ubicación

En el actual Ecuador, las investigaciones más recientes hablan de evidencias de poblamiento desde hace 12.000 años, cuyos vestigios más antiguos se hallan en los valles altoandinos. Estos asentamientos de cazadores-recolectores eran temporales y , en la Costa, donde existía un control más variado de los recursos, la caza y la recolección se unían a la pesca.

Luego de varios milenios, se dió una transformación de grandes proporciones con el aparecimiento de la agricultura. Los hombres aprendieron a domesticar a los animales y a las plantas, y utilizaron productos de los diversos pisos ecológicos. El maíz, por ejemplo, llegado de Mesoamérica, constituyó la base del sostenimiento de estos pueblos. Con el desarrollo de la agricultura, se posibilitó el crecimiento de estas comunidades así como un cierto nivel de estabilización espacial.

De este modo, se empezaron a consolidar sociedades más complejas, caracterizadas por la existencia de las primeras aldeas agrícolas, en donde ya se notaba una diferenciación social y ciertos niveles de división del trabajo. Estos grupos sociales demostraron luego diferencias en su desarrollo, incluso a nivel de las condiciones tecnológicas que respondían a la diversidad de las conformaciones ecológicas andinas y tropicales. Se mantuvo la estructura comunal y los vestigios hablan de una redistribución incipiente (Cfr AYALA, Enrique M. Resumen de Historia del Ecuador, CEN, Quito 1993, pp. 6-10. DELER, Jean Paul. Ecuador, del espacio al Estado nacional, Banco Central del Ecuador, Quito 1987, pp. 16-20)..

Para el llamado Período Formativo Temprano de la historia aborigen del Ecuador, las investigaciones han detectado una remota cultura cerámica, producto de una sociedad sedentaria, denominada Cultura Valdivia (3.000ac), definida como un conjunto de asentamientos humanos ubicados principalmente a orillas del Océano Pacífico y cuya economía se fundamentaba en el acopio de productos vegetales y en la pesca y recolección de mariscos en los innumerables esteros cubiertos de manglares. Los análisis del material arqueológico indicaron que la cultura Valdivia basaba su economía en una agricultura intensiva del maíz. En cuanto a la extensión geográfica, sus asentamientos se habrían ubicado no sólo en la península de Sta. Elena sino también en la isla Puná, en las provincias de El Oro y Manabí y quizás aún en los límites meridionales de la provincia de Esmeraldas.

Luego de la cultura Valdivia, en la costa se desarrollaron Machalilla y Chorrera. En la sierra alcanzó gran importancia la cultura Cotocollao; y en la Amazonia, la Fase Pastaza y los pueblos vinculados a la misteriosa Cueva de los Tayos, entre las más importantes.

Estas culturas y otras que vinieron posteriormente hasta el 1300 y los inicios de la era cristiana, se desarrollaron con mayor ámbito territorial. En la mayoría se aprecia la existencia de una vida urbana estable, agricultura desarrollada, variedad en la producción de artefactos , inclusive de metal. Existen ya canales de intercambio de productos , especialmente entre zonas geográficas diversas de clima y posibilidades productivas complementarias (Véase AYALA, Ob. cit).


2. Los señoríos étnicos norandinos

Para el período de Integración en las tierras norandinas, la arqueología ha detectado la consolidación de estas unidades políticas, mediante alianzas y confederaciones más estables, de modo tal que constituyeron los llamados "cacicazgos" o "curacazgos", denominados también "señoríos étnicos", a nivel local o supra local (Véase SALOMON, Frank. Los señores etnicos de Quito en la época de los Incas, IOA, Quito 1980).

El cacicazgo era una organización basada en unidades menores denominadas ayllus , las cuales reproducían en una escala menor el control de diversas zonas productivas, con el fin de mantener una estructura de producción comunitaria. La constitución de estos cacicazgos o señoríos se hizo posible mediante alianzas guerreras que se consolidaban a través de complejos sistemas de parentesco y pertenencia étnica (Véase SALOMON, Ob. cit., y LANDÁZURI, Cristóbal. "El Ecuador antes de los Incas", en, Procesos, 6, CEN, 1994).

Su modelo de organización política debe valorarse como un sistema relativamente complicado, en el que ningún jefe podía ejercitar su dominio ilimitado sobre los demás , de modo que históricamente daba como resultado un orden estable. Así, por ejemplo, existían diversas jerarquías cacicales, de acuerdo con la importancia del señorío: los "caciques mayores" de autoridad regional, "caciques menores" de los llajtacuna, y jefes o "principales" de los ayllus. Estas autoridades étnicas aparecen frecuentemente con carácter hereditario y carecían de un aparato formal de represión forzada (LANDÁZURI, Ob. cit, pp. 5-7)..

Un "señorío" no implicaba tampoco la existencia de un territorio demarcado con fronteras fijas, las que si no se convertían en áreas de influjo eran inestables y sujetas a frecuentes cambios, pues en la estructuración de estos sistemas sociales todavía las relaciones de parentesco y la conciencia de pertenencia a una unidad étnica jugaban un papel más importante que la existencia de una base territorial delimitada.

Como ningún cacicazgo era autosuficiente, su economía supuso un buen manejo y conocimiento del medio ambiente andino, de modo que desarrollaron un sistema de agricultura multicíclica en diversos pisos altitudinales contiguos, con un aprovechamiento óptimo de la fuerza de trabajo .

Esta forma de utilización del espacio es mucho mas clara entre los cacicazgos que tenían sus centros poblados en la Sierra, de tal manera que utilizaban pisos desde los 3.000 m. hasta alrededor de los 2.000 m. en los valles interandinos o en las cejas de montaña. Tuvieron especial importancia los valles interandinos secos, como son los del Chota, Guayllabamba, Chanchán. Patate, Paute. Las modalidades por éstos utilizadas fueron: los lazos de parentesco intercacicales de ecologías complementarias; actividades de intercambio para distancias medias y largas mediante especialistas mindaláes que concurrían a los tiangueces; formación de colonias multiétnicas para compartir recursos importantes como la coca, el algodón; y, las alianzas militares para conformar confederaciones (Ibid).

El poderío de un cacicazgo se sintetizaría en el control y uso óptimo del espacio, mediante la utilización de diversas zonas productivas, que justamente en el Ecuador se asentaría en el sistema de la microverticalidad, cuya función era,en este caso, conseguir una diversidad significativa de productos en un mismo piso ecológico, aprovechando los nichos ecológicos, los diferentes tipos de suelos o modificando los suelos con camellones, terrazas o riegos. Tal es la particularidad de la región de Quito, incluyendo Cayambe, Otavalo, Caranqui, en donde los suelos negros andinos posibilitan la siembra tanto del maíz como de las papas, dos productos que generalmente aparecen en dos pisos ecológicos diferenciados (GALO, Ramón V. La resistencia andina, CAAP, 1986, pp. 51-55)..

Las investigaciones actuales permiten aseverar que el espacio que ocuparon estos "señoríos" antes de la llegada de los incas fueron: en el extremo norte del actual Ecuador, los Quillacingas y Pastos; entre los ríos Chota y Guayllabamba, un conjunto de señoríos relacionados entre sí: Caranquis, Cochasquíes, Otavalos y Cayambis; el señorío de Quito constituido ya en un centro comercial y político; en el sur, los señoríos de Panzaleo, Pillaro, Sigchos y Puruhá; al suroeste de Quito (zona tropical) tuvieron gran importancia los Yumbos; los Cañaris desde el nudo del Azuay hacia el sur, y en su extremo, los Paltas. En la costa, se ubicarían La Tolita y Atacames; el más importante, en Manabí, el Manteño; en la provincia del Guayas, los Huancavilcas, Punaes y Chonos; y, en la región amazónica, los Quijos y Jíbaro (Cfr. MORENO, Segundo. "Formaciones Políticas tribales y señoríos étnicos", en, Nueva Historia del Ecuador, Vol. 2, CEN/Grijalbo, 1988).

Vale la pena destacar el de Quito como designación de un lugar poblado, como apelativo de un señorío étnico y finalmente como denominación de una región la que ostensiblemente se amplió en la época inca. Es importante señalar, sin embargo, que Quito como centro comercial, núcleo vial y cabeza probablemente de un señorío étnico, no extendió sus fronteras en base de guerras o alianzas hasta los confines de lo que después fue la circunscripción administrativa colonial denominada Audiencia de Quito. Su importancia fue mas bien económica y geográfica, gracias a su situación privilegiada en el núcleo de un extenso complejo vial, a la existencia de un activo y permanente centro de intercambio económico conocido como "Tianguez" y a su condición de residencia de una colectividad de "mindalaes" o indios mercaderes, circunstancias todas ellas que coincidieron para hacer del Quito aborigen un enclave donde concordaron factores económicos a nivel local e incluso interzonal (Cfr. RAMON, Galo. "Quito aborígen: un balance de sus interpretaciones", en, Serie Quito a través de la Historia, I. Municipio de Quito, 1992)..

Por lo expuesto, no es posible afirmar que toda la región interandina del actual Ecuador se constituyera en una sola unidad política, ya que sería impreciso agrupar diversos señoríos, que incluso utilizaban diversidad de idiomas, bajo un concepto étnico común como Quito-Caras , Quitos o "Reino de Quito" (Para el P. Juan de Velasco la existencia de los "señoríos étnicos" habría significado la presencia de las "confederaciones o reinos". Su tesis historiográfica constituye la lectura de un criollo de fones de la Colonia, con grandes y profundas preocupaciones sobre los derechos de ocupación territorial que debían asistirle al Ecuador desde la epoca aborígen). En forma ocasional podría darse sin embargo una integración, a modo de confederaciones militares -como se ha explicado en líneas anteriores- para defenderse conjuntamente de un peligro externo, hecho que con seguridad se dio ante la amenaza de la penetración incaica, como lo comprueba la alianza militar de los Caranquis, Otavalos, Cochasquíes y Cayambis.


3. La presencia inca y su organización espacial

Para el año 1000 DC, En el espacio meridional andino (o Andes centrales) tuvo su asiento un extraordinario "fenómeno humano" llamado el Tahuantinsuyo. Asentamiento del pueblo inca, situado al norte del lago Titicaca, que hoy se conoce como el valle del Cuzco, a unos 3.000 m. de altura.

En esta zona, donde ayllus antiguos y familias incas compartían un espacio, hubo un elemento permanente que debe ser tomado en cuenta para el análisis de su organización. Su peculiar noción del mundo externo, como medio físico, y como parte de una totalidad de la cual procedían. Cada uno de estos grupos humanos tuvo una similar concepción del entorno, ya sea del inmediato o del más remoto, en una suerte de cosmovisión que ha resultado uno de los elementos de mayor trascendencia de su cultura. Esta manera de entender el ambiente externo - a través de una manera particular de adaptarse a las fuerzas de la naturaleza y de servirse de ellas- ha sido y sigue siendo uno de los elementos de diferenciación más profunda entre el aborigen americano (y a veces más precisamente andino) y el hombre venido de Europa.

Más tarde, al llegar el siglo XV, los incas inician un esfuerzo integrador capaz de reunir una población de unos 10 millones de hombres, repartidos en un centenar de etnias, diferentes por sus lenguas y culturas. No destierran las formas de organización social o de expresión ideológico-religiosa preexistentes, sino que las mantienen, insertándolas en el complejo sistema del Tahuantinsuyo. Así por ejemplo, el jefe de la comunidad pasaba a formar parte de la burocracia imperial; cada ayllu se autoabastecía y entregaba además las contribuciones en productos o trabajo, lo que debía ser centralizado por los incas. De este modo se incrementaba el intercambio, la explotación de la mano de obra, la construcción de obras de infraestructura orientadas a aumentar la producción agrícola y la comunicación entre los pueblos (Ibid).

En otras palabras, los quechuas logran establecer un sistema socio-económico basado en el aprovechamiento de los pisos ecológicos, recogiendo las experiencias seculares de un vasto conjunto de pueblos y perfeccionándolas, a fin de alcanzar la complementariedad de los recursos alimenticios que, como lo ha señalado John V. Murra " fue uno de los principales objetivos de la estrategia espacial de los señoríos de los Andes (MURRA, John. Formaciones económicas y políticas, Instituto de Estudios Peruanos, Lima 1975, citado por BAKULA en Ob cit, p. 36).

Por otro lado, el aparato militar incaico -caracterizado por sus rasgos autoritarios- y el temor que debía producir el poder de sus dioses, personificados en el Inca, resultan argumentos suficientes para abrir los cauces de su dominación a otros pueblos. Sin embargo, y a decir de los autores peruanos, la dominación inca "habría privilegiado las relaciones de reciprocidad y no los despliegues del aparato militar, hasta lograr una experiencia acumulada sin parangón en el manejo de estas relaciones de reciprocidad -casi siempre asimétricas- que incluía el sistema de los mitimaes, en sus múltiples variantes (BAKULA, Ob. cit, p. 26).

Algo importante de destacar es el de la noción de "frontera". No hubo -y no pudo haber- una noción de frontera como la entendemos hoy en día. Por lo mismo, resulta inapropiado hablar de los "límites" del imperio inca, cuyas pueblos o ciudades de la periferia fueron más bien zonas de contacto más o menos fluidas y entre las cuales es imposible trazar una línea de demarcación. Éste sería justamente el caso de la zona norandina (o Andes septentrionales) o lo que constituye el actual Ecuador, en donde se dieron tres áreas de integración o de unificación política: la primera, a partir de la cuenca del río Chira y siguiendo por el callejón andino, una zona de auténtica presencia inca, cuyo eje fue Tomebamba - lugar de nacimiento de Huayna Cápac- a la que se la denominó "otro-Cuzco; la segunda, cuyo eje era Tacunga (actual Latacunga) también con un establecimiento incaico inicial de tipo "otro- Cuzco"; y por último, un tercer espacio que comprendió la actual región de , Quito hasta el norte de Ibarra en el que predominaron los grupos mitmajkuna de carácter político-militar (DELER; BAKULA y MORENO, Ob. cits).

El conflicto por la sucesión, entre Húascar y Atahualpa, en 1528, que coincidió con la llegada de los españoles, permitiría enunciar la hipótesis planteada por el historiador Febvre, en el sentido de que "la máxima expansión territorial alcanzada por Huayna-Cápac marcó antes que el apogeo de la preponderancia incaica, el comienzo de su decadencia", con una sangrienta querella que habría puesto en evidencia el enfrentamiento de los "anan" -a cuyo linaje pertenecía Huáscar-con los "urin" -comprometidos con Atahualpa y sus generales. Este conflicto habría revestido por lo mismo cierta significación especial, pues Huáscar gozaba del apoyo de las castas religiosas y de regiones de antigua tradición quechua, en tanto que Atahualpa, que vivió fuera del Cuzco en razón de la política de conquista de su padre, disponía de la nueva casta de militares y de las élites locales de una gran parte de la región septentrional, recientemente incorporada al Imperio, lo que habría significado "al parecer, ya no una lucha por la sucesión sino una guerra de secesión (BÁKULA, Ob. cit, p. 47 y FAVRE, H. Les Incas, París 1972).


B) EVOLUCIÓN DE LAS PRINCIPALES INSTITUCIONES DE GOBIERNOCIVILES Y ECLESIÁSTICAS EN ECUADOR

El siglo XVI comienza con la institucionalización del poder colonial. Las ciudades hispánicas se fundaron desde el inicio: Quito (1534) , Portoviejo y Guayaquil (1535), Popayán y Cali (1536), Pasto (1539), Loja (1548), Zaruma y Zamora (1550), Cuenca (1557), Baeza (1559), Tena (1560), Riobamba (1575). En todas estas villas o ciudades propiamente dichas, se estableció un cabildo representante de los intereses dominantes locales, que cumpliría un papel crucial en el hecho colonial. El cabildo de Quito, asiento también del Gobernador nombrado por el Rey, Sebastián de Benalcázar asumió funciones de reparto de tierra y organización de servicios. Hasta 1563, Quito fue una gobernación que comprendía las ciudades de Quito, Portoviejo y Guayaquil, con extensos territorios cada una. (AYALA, Ob. cit. pp. 31-46)

Desde inicios de la década de los cuarenta, se intentó dar a la administración religiosa una estructura. Vaca de Castro pidió el nombramiento de un Obispo para Quito, dignidad que recayó en el Bachiller García Díaz Arias, que se hizo cargo de su función en 1550. La diócesis había sido creada en 1545 con jurisdicción de lo que hoy es territorio del Ecuador, el sur de Colombia y el norte del Perú.

La administración legal y política adquirió su organización definitiva en 1563 cuando se creó la Real Audiencia de Quito, cuya cédula de creación le dio jurisdicción similar a la del Obispado, integrándose con cuatro gobernaciones: la de Quito, desde Almaguer (Colombia) hasta Loja, con las ciudades de Quito, Cuenca y Loja; por la costa, desde el río Túmbez hasta el Esmeraldas, con las ciudades de Guayaquil y Portoviejo; y, al suroriente, la de Zamora; la de Esmeraldas, cuya jurisdicción alcanzaba tierras colombianas; y las de Quijos y Yaguarzongo, norte, centro y surorientales (luego serían las gobernaciones de Macas, Jaén de Bracamoros y Mainas); por el lado oriental, en consecuencia, la jurisdicción de la Audiencia se extendía hasta el Amazonas y sus afluentes. Las actuales ciudades colombianas de Cali, Buga, Popayán y Pasto, quedaron en lo administrativo y político dentro de la Gobernación de Popayán y bajo la Audiencia de Bogotá, pero en lo judicial correspondieron a la Audiencia de Quito. Esta Audiencia se organizó con un presidente, cuatro oidores, un fiscal, un alguacil mayor, dos escribanos y un portero. El primer Presidente de la Audiencia fue el Licenciado Hernando de Santillán, que tomó posesión de sus funciones en 1564. (PAREJA DIEZCANSECO, Alfredo. Las Instituciones y la Administración de la Real Audiencia de Quito, Editorial Universitaria, Quito 1975, pp. 224-232)

Además de las ciudades de fundación española, se conservaron en Quito varios asientos indígenas de importancia urbana significativa. En realidad no sólo en este aspecto se dio continuidad a la presencia de la sociedad indígena, puesto que el esquema legal prevaleciente mantuvo una división entre la República de blancos dominante y la República de indios dominada, pero mantenida al mismo tiempo con sus elementos comunitarios constitutivos e inclusive sus autoridades étnicas, como los caciques, asimilados a la burocracia para efectos de gobierno y recaudación de impuestos.

Hacia finales del siglo XVI, se dio en Quito un conflicto entre Manuel Barros, Presidente de la Audiencia, de inclinaciones proindias, contra el Cabildo, defensor de los intereses locales blancos. Entre 1592 y 1593 se dio la Rebelión de las Alcabalas contra la aplicación de un impuesto que afectaba el comercio local. Aunque aparentemente triunfó una vez más la Corona, los hechos patentizaron la existencia de una suerte de equilibrio de fuerzas entre ésta y los notables locales.

En esta época se abre un nuevo período de dominación colonial en la Audiencia de Quito. La Audiencia emerge entonces como un importante proveedor de tejidos y alimentos para los grandes centros de explotación minera de Potosí. Junto a la encomienda que cada día fue perdiendo importancia hasta posteriormente ser suprimida, surgió el mecanismo básico de la organización económica la llamada mita. Los mitayos trabajaban principalmente en la producción textil y la agricultura. Los llamados obrajes -centros de elaboración de paños- se desarrollaron enormemente, de manera especial en la Sierra norte y centro. La Real Audiencia de Quito se transformó de ese modo en uno de los centros más dinámicos de las colonias españolas, con una actividad productiva y de intercambio especializada, y por ello sumamente vulnerable. Determinado estructuralmente por el hecho colonial, el desarrollo de lo que hoy conocemos como Ecuador ha sido desde esta época influenciado en forma directa por su inserción en la economía internacional. (AYALA, Ob. cit, p. 48).

El mantenimiento de la estructura comunitaria indígena, de sus caciques y formas culturales, fue usada por los colonizadores como mecanismo para el cobro expedito del tributo que los indios debían pagar al soberano español. Pero ello significó también la persistencia de formas de organización e identidad que permitieron nuevos tipos de inserción de los pueblos indios en la vida del conjunto social.

Conforme avanzó la época colonial fue adquiriendo mayor importancia el mestizaje. Éste se originó fundamentalmente entre las uniones de conquistadores y mujeres indígenas, gestándose de este modo un grupo social intermedio entre blancos e indios dedicado a ciertas labores agrícolas, al mediano comercio y la artesanía. En vista de que no podían demostrar "pureza de sangre", sólo con el paso del tiempo fueron logrando el reconocimiento de cierta identidad propia que se expresó en varias manifestaciones de la cultura popular urbana de la época.

Hacia mediados del siglo XVII, ya en la Real Audiencia de Quito se habían asentado varios grupos de esclavos negros importados para realizar trabajos en la Costa y en ciertos valles cálidos de la Sierra. Fue creciendo de este modo un grupo social que, aunque minoritario, adquiría creciente importancia sobre todo en ciertos espacios regionales. en todo caso, la situación de la esclavitud los colocó en el último lugar de la vida colonial.

En todo esto, el papel del Estado colonia fue decisivo. Desde luego, no debe solamente pensarse en la administración audiencial, sino en todo el aparto político que incluía además los cabildos y la propia Iglesia, sometida al control estatal. En efecto, gracias a una concesión del Papa, los soberanos españoles recibieron el derecho llamado de Patronato sobre la Iglesia americana. Como patronos se comprometían a protegerla, dotarla de recursos, al tiempo que ejercían celosamente las atribuciones de nombrar, remover funcionarios y disponer incluso de cuestiones de culto. De este modo encontramos a la Iglesia firmemente enquistada en el aparato estatal colonial, ejerciendo un virtual monopolio de la dimensión ideológica de la sociedad. La Iglesia fue adquiriendo cada vez mayor poder económico, hasta transformarse en el primer terrateniente de la Audiencia de Quito. Era la única institución con recursos para promover aquello que podemos denominar cultura. No resulta difícil entonces explicar el por qué los más notables intelectuales de la época fueron clérigos y por qué también las manifestaciones artísticas se desarrollaron bajo la protección de los conventos y con motivos religiosos destinados a la catequesis. Vale anotar el enorme desarrollo que logró en términos artísticos la escultura, pintura y construcción, asentadas en la utilización de la mano de obra artesanal aborigen.

Entre la última década del siglo XVI y las primeras del siglo XVII, en que se dio la vigencia del "pacto colonial" que caracterizó al segundo período de la época de dominación hispánica, hubo una notable continuidad de la vida política y social de Quito, marcada por la relativa estabilidad asentada en el auge económico. Al tiempo que se robustecía el aparato burocrático colonial, se profundizaba también el meztizaje, como uno de los rasgos de la sociedad dominante.

Luego de la década de la Rebelión de las Alcabalas, se inició el siglo XVII con la administración del Presidente Miguel de Ibarra, por orden suya se fundó en 1606 la ciudad que lleva su nombre. Bajo Ibarra y sus sucesores se continuó la construcción de varios conventos y templos y se dio comienzo a otros; se ampliaron las misiones; se regularizó la producción de los Astilleros de Guayaquil. En la Presidencia de Antonio de Morga (1615-1636) llegó a su auge la producción textil. Se fundó la Universidad de San Gregorio Magno, que coexistió con la de Santo Tomás de Aquino. Todo esto, empero se dio en medio de un clima de enfrentamiento entre el poder civil y el eclesiástico y la lucha entre religiosos criollos y peninsulares por el control de las órdenes religiosas.

Entre mediados de la década de los treinta y mediados de los cincuenta del siglo XVII, hubo dificultades económicas, al tiempo que se acentuó el acaparamiento de tierras por los españoles. Quito fue azotada por sequías y pestes, que obligaron a organizaron la atención hospitalaria. Al mismo tiempo vino cierto auge en la producción de obras artísticas y literarias. En las décadas siguientes, hasta finales de los setenta, las erupciones del Pichincha destruyeron buena parte de Quito y otras localidades. Se destacó allí la virtud de la santa quiteña, Mariana de Jesús, cuya vida edificante contrastaba con el relajamiento de los religiosos y sus interminables disputas. La ciudad de Guayaquil fue atacada por los piratas, razón por la que se buscó fortificarla mejor.

Para contrarrestar las dificultades económicas, y proteger a la población indígena, el Rey prohibió el establecimiento de nuevos obrajes. Esta orden la puso en efecto el Presidente Munive, que inició su gobierno en 1678. La última década del siglo trajo varias dificultades; fueron años de sequía , agravada por un terremoto que destruyó Latacunga en 1692, y que se repitió en 1698, causando graves daños a esa misma ciudad, así como a Ambato y Riobamba. En general, comenzaba a sentirse una contracción económica que se agravaría en el siglo siguiente. Con todo ello, sin embargo, las actividades productivas y comerciales eran aún grandes. En 1681 había doscientos obrajes que ocupaban casi treinta mil trabajadores. En Guayaquil el tráfico marítimo era mucho más intenso que a inicios del siglo y se habían construido barcos de alto tonelaje.

Además de las universidades, se estableció el Colegio de San Fernando, regentado por los dominicos, que también fundaron una cátedra de Medicina. Las misiones en la Amazonia crecieron significativamente, de modo especial las que estaban a cargo de los jesuitas. Al concluir el siglo, Carlos II dio a Quito el derecho de elegir alcaldes, que le había sido retirado un siglo antes, en la Rebelión de las Alcabalas.

El siglo XVIII se había iniciado en Quito con las noticias del cambio de dinastía en España y con serios enfrentamientos burocráticos entre funcionarios de la Audiencia. Estos últimos hechos, entre otros, fueron antecedentes de la supresión del Tribunal de la Audiencia de Quito, una vez que en 1717 fue creado el nuevo Virreynato de Santa Fe de Bogotá, al que fueron adscritas las circunscripciones quiteñas. Esta decisión, tomada con intención de reforma y centralización administrativa, precipitó una época de inestabilidad y constantes cambios. En pocos años, el nuevo Virreynato fue suprimido, para ser restablecido de nuevo más tarde en forma definitiva.

Cuando se suprimió ese Virreynato, se adscribió las jurisdicciones de Quito nuevamente al de Lima, aunque se restableció la Audiencia. Luego de varios indecisiones y medidas contradictorias, ésta fue puesta definitivamente bajo la jurisdicción de Santa Fe de Bogotá desde 1739. Los efectos de la crisis económica, que trajeron consigo la supresión de la mita en los obrajes de comunidad en 1704, sumados al descontento por los vaivenes audienciales, trajeron un ambiente de descrédito de la autoridad y de la Corona, que habría de irse acentuando en las décadas siguientes. La situación se complicó con el recrudecimiento de los conflictos eclesiásticos y las pugnas con el gobierno civil. La Iglesia, tanto las catedrales como las comunidades religiosas, habían logrado incrementar su riqueza y control ideológico político.

Entre 1728 y 1736 gobernó la Audiencia el Presidente Dionisio Alcedo y Herrera, un prototipo de funcionario borbónico que hizo esfuerzos por reformar la administración y controlar el poder privado y de la Iglesia, especialmente el relajamiento del clero. Durante su administración, en 1734, llegó a Quito la Misión Geodésica que, además de realizar extensos trabajos especializados en la Audiencia, influyó poderosamente en la promoción de los estudios científicos y la divulgación de ideas ilustradas en la élite quiteña. El más notable del grupo motivado por los geodésicos fue el gran geógrafo nacional Pedro Vicente Maldonado.

Entre los sucesores de Alcedo estuvieron Félix Sánchez de Orellana, el único quiteño que llegó a ser Presidente de la Audiencia (1745-1753) y Juan Pío Montúfar, Primer Marqués de Selva Alegre (1753-1761). Después de esta administración se dio un vacío de poder, generado por el crecimiento de la fuerza económica y política privada y de la Iglesia. El Estado acentuó, entonces, un esfuerzo de centralización. La medida más controvertida fue el establecimiento definitivo del Estando o monopolio de aguardientes, en 1764. Simultáneamente se impuso también un impuesto de Aduana que racionalizaba el cobro de la Alcabala. Cuando no se oyeron las protestas de productores de aguardiente y pequeños comerciantes afectados en 1765, se dio un alzamiento de los barrios de Quito con actos de violencia y protesta contra el Gobierno. Una vez más, el protagonismo de los grupos populares urbanos conmovió a la sociedad colonial. Esa fue la Revuelta de los estancos, que se sumó a una larga secuencia de levantamientos indígenas duramente reprimidos por las autoridades.

En la Presidencia de José Diguja (1767-1788) se dio una política intervencionista, típica de reinado de Carlos III. Fue justamente a Diguja a quien le tocó ejecutar la orden de expulsión de la Compañía de Jesús, la cual debió salir también del resto del Imperio Hispánico, en 1766. Esa orden religiosa había logrado acumular inmensas riquezas, que pasaron a poder de la Corona. Esta, a su vez, las vendió paulatinamente a particulares, con lo cual se reforzó el poder del latifundismo criollo. La corriente de reformas se acentuó durante la administración del Presidente José García y Pizarro, cuando se implantó en Quito el régimen de Intendencias, que limitaba las autonomías locales y regionales, concentrando el poder en manos de intendentes de diversos niveles, que respondían directamente ante la Corona. Uno de los resultados de las reformas fue un incremento de las rentas fiscales, pero con el tiempo perdieron importancia, hasta que las propias intendencias desaparecieron, volviéndose en algunos casos a las antiguas prácticas. La fuerza del poder local se hacía sentir.

La segunda mitad del siglo XVIII fue una etapa de agitación intelectual y cultural en la Real Audiencia. Se fue gestando un movimiento de reivindicación de lo americano y lo quiteño, que expresaba el nacimiento de una conciencia incipiente en las élites criollas.

El fin del siglo XVIII coincidió con el inicio de la Presidencia del Barón de Carondelet (1799-1807). En ella se dio una clara política pro criolla y al mismo tiempo un esfuerzo por recuperar las jurisdicciones perdidas de la Audiencia. El Presidente encabezó una iniciativa de solicitar mayor autonomía para Quito y la creación de una Capitanía General. A inicios del siglo XIX las tendencias autonomistas estaban a la vista. Los criollos habían logrado una significativa ampliación de su poder económico, especialmente con el robustecimiento del latifundio, pero continuaban excluidos del acceso al poder político. Sus tendencias autonomistas respecto de la metrópoli los conducirían en pocos años al rompimiento.

En el período que va desde la primera década del siglo XIX hasta la fundación de la República se distinguen dos etapas. La primera, que cubre el proceso independentista y la segunda ocupada por los años de vida del país dentro de la República de Colombia. A su vez se pueden distinguir tres momentos en la Independencia: de 1808 a 1812, que corresponde a la conformación de la Junta Quiteña; de 1812 a 1820 el triunfo realista; y del 1820 al 1822 la campaña de independencia definitiva.

Luego de la victoria, los notables quiteños resolvieron la anexión a Colombia. Lo que hoy es Ecuador, quedó integrado a Colombia con el nombre de Distrito del Sur, que a su vez fue dividido en tres Departamentos, siguiendo las antiguas unidades regionales, con capitales en Quito, Guayaquil y Cuenca.

El 13 de mayo de 1830, se constituye un Estado libre e independiente con los pueblos comprendidos en el Distrito del Sur y "los más que quieran incorporarse mediante las relaciones de naturaleza y de recíproca conveniencia". En un intento por buscar un nombre a la nueva república, el tradicional nombre de Quito despertó resistencia entre los guayaquileños y cuencanos. En aras de la unidad nacional, se resolvió llamar al nuevo Estado como lo habían hecho los sabios franceses que lo visitaron años atrás para hacer estudios sobre la línea equinoccional. De esto modo nació el Ecuador. (AYALA, Ob. cit, pp. 48).


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