Fundación Histórica Tavera: Guía preliminar de fuentes documentales etnográficas para el estudio de los pueblos indígenas de Iberoamérica


Introducción Colombia

Por Luis Horacio López

Antropólogo


PRESUPUESTOS METODOLÓGICOS

La información reunida aquí, es resultado de una revisión selectiva del conjunto de unidades de información y conservación archivística de documentos de origen colonial (1539-1819) y republicano (1819-1900).

Se abordaron diferentes rutas de exploración de la documentación: Se trazó un esbozo de inventario y del estado sobre la localización de archivos, organización, conservación de los fondos, los sistemas de acceso al documento y los depositados en archivos dispersos por el territorio colombiano. Se adentró simultáneamente en la revisión de la bibliografía especializada en etnografía antigua, demografía histórica, archivística de temática etnohistórica de los siglos XIX y XX. Adicionalmente se identificaron los índices, catálogos, inventarios, guías e índices de archivos históricos. Se practicó un inventario de las publicaciones periódicas especializadas que desde la segunda mitad del siglo XX han ido reproduciendo textos transcritos de la documentación referida a indios. Las guías bibliográficas de antropología, los directorios de tesis de pregrado y postgrado en etnohistoria, antropología, historia y demografía social los artículos especializados sobre las fuentes archivísticas y las ediciones de compendios documentales, las ediciones de cronistas y descripciones geográficas fueron registradas muy selectivamente.

La contextualización de las fuentes se deriva de los estudios descriptivos y analíticos, muchos con enfoques tradicionales, panorámicos o regionales, como también de los aportes de las investigaciones y dataciones arqueológicas, también los estudios e intentos regionales de restitución cartográfica de los asentamientos de las etnias nativas en el siglo XVI y los procesos de coloniaje peninsular.

Este texto, para consulta de los antropólogos e historiadores permitirá una aproximación a los centros archivísticos, que permitan hallar la información etnográfica de sus fondos. Aquí se reseñan con diverso grado de detalle -pero aún panorámico- los fondos y legajos con datos de indios.

Este repertorio sobre etnografía antigua, tienen sólo un alcance indicativo de las magnitudes que en términos de etnografía histórica puede encontrarse en los fondos de archivos civiles y eclesiásticos coloniales de Colombia. La presentación y el ordenamiento del estudio no responde entonces a una estructura sistemática o a criterios cronológicos o clasificatorios estrictos. No es pues un índice integrado de documentos sino un "abrebocas" a un caudal de datos insospechado sobre los nativos.

EVOLUCIÓN DE LAS INSTITUCIONES COLOMBIANAS

Correspondió a Santafé de Bogotá ser la sede del gobierno colonial y del independiente desde 1820. Allí se ubican el Archivo Histórico Nacional, los archivos históricos provinciales de las órdenes religiosas, la Biblioteca Nacional, centros universitarios de formación en ciencias sociales y el Instituto Colombiano de Antropología.

A partir de la fundación de la ciudad de Santafé de Bogotá, en 1538, ésta se convierte en el centro político y administrativo de lo que hoy es Colombia. Aunque en principio la Nueva Granada pertenecía al virreinato peruano, la Real Audiencia de Santafé tenía jurisdicción sobre un amplio territorio que hoy comprende los países de Venezuela, Panamá y Colombia.

En 1739 se crea el Virreinato de la Nueva Granada con jurisdicción sobre la Capitanía General de Venezuela, Panamá y Audiencia de Quito, y con independencia administrativa del de Perú. Ello hace comprender que muchos documentos de estos países permanezcan hoy en día en el Archivo General de la Nación en Bogotá. El virreinato se extenderá hasta el año 1810 cuando puede decirse que comienza la lucha por la independencia de España. Curiosamente en el territorio de la Nueva Granada, no se aplicaría el régimen de intendencias como sí se hizo en otras regiones de América, a excepción de la de Cuenca, en actual territorio ecuatoriano.

Aunque la unidad geográfica del virreinato se iba a conservar con la Gran Colombia, ésta desaparece totalmente en 1827 quedando lo que hoy se conoce como República de Colombia con una división administrativa muy similar a la adoptada en la Francia de la revolución con los departamentos.

Los archivos de las antiguas gobernaciones en un país marcado por las formaciones regionales, poseen un caudal documental variado y copioso. En los más antiguos centros coloniales sobreviven estos archivos: el de Boyacá en Tunja; el Central del Cauca en Popayán; el Histórico de Antioquía en Medellín; el Histórico de Pasto. Fragmentos de archivos civiles y judiciales de Bucaramanga, Pamplona, Cúcuta completan los anteriores. A escala municipal el rastreo exhaustivo de fuentes de los siglos XVI a XIX esta efectuándose con el censo nacional de archivos que adelanta desde 1989 el Archivo General de la Nación.

Imponderables múltiples causaron la fragmentación de los fondos de los archivos reales de Santafé: movimientos políticos, incendios, etc. Durante la reconquista emprendida por Pablo Morillo en 1816 se envió a España parte del caudal documental como la flora Mutis. Luego durante las contiendas emancipadoras y guerras civiles se substrajeron los papeles del archivo para uso del parque de las tropas. Desde 1861 los archivos de órdenes religiosas pasaron a manos del Estado.

Los limitantes que encontrarán los especialistas en este repertorio panorámico obedecen a dos aspectos en el desarrollo del estudio: difícil cubrimiento a todos los archivos identificados por la Fundación Mapfre-América y las condiciones de orden público para los desplazamientos por el país. En segundo término las limitaciones de espacio para transcribir la totalidad del material referencial seleccionado de los catálogos e índices de los fondos que se acopió en la versión preliminar.

Los registros o referencias a documentos del Archivo Nacional aquí consignados tienen solo pretensiones ilustrativas. Por fortuna existe un catálogo computarizado de los fondos de Colonia del Archivo Nacional con entradas por etnias, temáticas de contenido del documento y toponímicos, sitios geográficos o provincias indias, elaborado por el antropólogo Mauricio Pardo en 16 tomos.

El estado actual de los archivos locales histórico-coloniales, su ordenamiento y conservación, los instrumentos de acceso a los fondos es contrastante y anarquizado. Está por hacer un trabajo de reconstitución cronológica, temática y contextual de los documentos y cómo fue produciéndose y sucediéndose la información en los expedientes, referencias etnográficas cruzadas entre los fondos del Archivo Histórico Nacional y los fondos de los archivos regionales civiles y los provinciales y diocesanos.

La información archivística local se deriva de la consulta a los inventarios realizados con el patrocinio de las Universidades Industrial de Santander -UIS de Bucaramanga- y Pedagógica y Tecnológica de Colombia en Tunja. Seleccionamos aquellos archivos civiles, arzobispales y parroquiales en consideración a la trayectoria indígena de sus naturales a las fechas topes y descripción de fondos de libros sacramentales y administración eclesiástica.

En el apartado dedicado a los instrumentos de acceso a los archivos relacionamos los repertorios de catálogos e índices manuscritos, mecanografiados o impresos que han producido los diferentes centros archivísticos y una relación de publicaciones periódicas especializadas en historiografía.

Se registraron por aparte las fuentes de temática de evangelización, doctrinas, curas e indios del fondo del Archivo Histórico Nacional de "Curas y Obispos" y se reseñan otros fondos con información sobre evangelización de indios.

Del catálogo de archivos provinciales de ordenes religiosas identificadas fue posible revisar exhaustivamente el archivo de los franciscanos. Del Archivo Provincial de los dominicos se revisó el inventario de los documentos contenidos en cajas de misceláneas históricas y demás fondos del archivo.

El repertorio de archivos parroquiales de antiguas doctrinas de indios complementa localmente el caudal de los archivos mayores, civiles y eclesiásticos. En estos variados archivos se concentran los libros sacramentales de los siglos XVI a XIX que marcan el declinar biológico de las múltiples etnias que habitaron el territorio colombiano.

OCUPACIÓN TERRITORIAL Y FORMACIONES SOCIOCULTURALES NATIVAS

El actual territorio colombiano ocupa una situación singular en la América Nuclear, entre dos grandes áreas etnográficas: Mesoamérica, hábitat de Aztecas, Mayas y Toltecas, en el istmo centroamericano; y al sur, los Andes Centrales, sede del Incanato. Con los territorios de Venezuela y Ecuador forma Colombia, el área Subandina o Área Intermedia en la América Meridional.

Se trata de una zona intertropical, situada entre la línea ecuatorial y el mar Caribe con cinco regiones naturales: dos litoriales, Atlántico y Pacífico, en el centro; la región del cordón triple cordillerano andino, separado por las cuencas y valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, vías naturales de migración. Hacia el oriente, las llanuras del Casanare y Orinoco; y al sur, la selva tropical del Amazonas.

La ocupación del territorio por olas migratorias de bandas de cazadores de megafauna durante el período conocido como paleoindio y las sucesivas bandas de recolectores y cazadores de especies pequeñas fueron asentándose estacionalmente en los microambientes de llanuras, riberas fluviales y lagunas del litoral Caribe. Los desarrollos culturales que cubren los períodos paleoindio y arcaico se reconstruyen hoy con cronologías absolutas. Los sitios mas antiguos datan del 12000 para el centro del país. Los avances en la ocupación del territorio con los desplazamientos hacia el interior conllevaron procesos de adaptación ecológica y de integración de elementos alimenticios derivados de la recolección y la norticultura, como de la evolución de artes del fuego, la cerámica de las técnicas de pesca y caza. Los desarrollos de las sociedades tribales del formativo en niveles agrícolas y de domesticación de tubérculos y del maíz en asentamientos sedentarios se testimonian por la cerámica y los restos orgánicos. Simultáneamente en los asentamientos de selva tropical húmeda se venían efectuando desarrollos en los cultivos de la yuca brava y otras estrategias de adaptación ecológica.

Los niveles culturales mas extendidos por la región central andina y las llanuras Caribeñas de los ríos Sinú y San Jorge fueron los "Señoríos" o "Cacicazgos". Formaciones socioeconómicas y políticas predominantes para el siglo XVI, como lo fueron también los cacicazgos de los Andes Centrales y Mesoamérica. Con una estructura social en rangos: caciques principales y menores, chamanes y orfebres, guerreros, artesanos y esclavos, agrupados en aldeas, bajo la autoridad política del cacique o señor principal. El comercio, las incursiones guerreras, las alianzas fueron dinamizando la presión por la expansión territorial y política de aquellos cacicazgos en diferentes nichos ecológicos y altitudes. Así los cacicazgos integran aldeas que comparten en forma similar dialectos y lenguas y elementos de la cultura cotidiana amplia. Su economía de agricultura de excedentes se amplía con las explotaciones mineras de aluvión y filón, de minas de sal y posesión de espacios sagrados (lagunas, nevados, volcanes).

Los avances de la metalurgia con técnicas de fundición a la cera pérdida, la falsa filigrana y las aleaciones hicieron del oro un símbolo de diferenciación social y poder, de ostentación del status en estas sociedades de rango. Los destinatarios de las ofrendas fueron los santuarios de las divinidades y los ajuares funerarios. Oro que impulsará las entradas y rancheos de españoles en el siglo XVI y luego las expediciones de pacificación en la expansión europea desde el siglo XVI. En el oriente andino y en el altiplano cundiboyacense rodeado por cacicazgos y tribus seminómades se encontraban formas de organización mas adelantadas, las confederaciones de aldeas: al oriente andino los pueblos Muiscas. Al norte, al pie de la sierra de Santa Marta, los Tairona nucleados en aldeas y ciudades intercomunicadas por caminos enlazados y construcciones arquitectónicas. Para el siglo XVI, es en este contraste de territorios de llanuras, sierras, litorales y selvas húmedas donde se asientan, en diferentes microespacios, una multiplicidad de etnias, diferenciables por sus formaciones sociales y políticas. Desde las bandas de cazadores, de pescadores y recolectores, de tribus de selva tropical, a los cacicazgos andinos y caribeños y las aldeas confederadas Muiscas y Taironas.

Complejos sistemas de comercio, de delimitación de fronteras y ciclos de actividad guerrera e incursiones armadas dinamizaban la configuración humana del territorio. Pero este universo étnico se había estancado en sus procesos de integración económica, política y cultural. Entre tanto la población de Mesoamérica y de los Andes Centrales, había alcanzado el desarrollo de civilizaciones en un proceso de tres milenios, como la Chimú en los Andes Centrales y en Mesoamérica el dominio del imperio azteca, antecedido de las civilizaciones Maya, Tolteca y la Olmeca. En Colombia no se dio pues una integración político territorial. Fueron factores limitantes las barreras lingüísticas y culturales, las micro adopciones a los nichos ecológicos, el poblamiento disperso y las presiones demográficas y guerreras que marcaban la diversidad de configuraciones y de sistemas culturales nativos. De esta evolución sociocultural, diversa y desigual de las etnias asentadas en las diferentes regiones, se derivaron diversos procesos conquistadores. Las crónicas de la conquista y los documentos civiles y eclesiásticos posteriores registrarán selectivamente este proceso de dominación.

LAS FUENTES ETNOGRÁFICAS EN LOS ARCHIVOS COLONIALES

Los registros coloniales hispánicos son la fuente insustituible y única para el estudio de las etnias de territorio colombiano, a partir del siglo XVI. Documentación elaborada por los escribanos oficiales y los clérigos letrados. No se conocen registros escritos o sistemas mnemotécnicos nativos. De las representaciones gráficas subsisten los petroglifos y pictografías, a la par que la estatuaria lítica y los restos arqueológicos, de cerámicas, metalurgia de sus ajuares funerarios, los basureros y sitios de vivienda, las obras públicas de tierra (canales, terraplenes, pirámides) y escasa arquitectura lítica.

Ni códices, ni relaciones de mestizos o descendientes de la nobleza nativa dejaron, a la manera de Mesoamérica y Andes centrales, crónicas sobre las etnias indígenas y los procesos de exterminio o mestizaje. Sobrevivieron solo los nombres de algunos caciques y dignatarios civiles y militares que se enfrentaron al español pero sí infinidad de topónimos indios. La plástica colonial relegó la temática india a las representaciones. En planos y mapas sí encontramos la localización de las provincias de indios. En los elementos gráficos de archivos apenas si se localizan dibujos de armas guajiras y de grabados europeos impresos de los dignatarios muiscas en las portadas renacentistas de las crónicas de la conquista.

Diccionarios, catecismos, lexicones, gramáticas de lenguas nativas se conservan fragmentadas y algunos manuscritos en la Biblioteca Nacional, crónicas de conquista escritos por frailes franciscanos, dominicos y jesuitas. Relaciones de mando, juicios de residencia, informes y probanzas, pleitos y juicios civiles y criminales, solicitudes de cobranzas, pleitos por indios tributarios o dominio de tierras involucran en expedientes de los siglos XVI hasta los comienzos del XIX a la población india y a sus dignatarios.

La evangelización de las etnias nativas en doctrinas y la organización de conventos, colegios seminarios y colegios de misiones, que desarrollan las ordenes religiosas competirá con las autoridades diocesanas y con el clero secular. La erección de parroquias, fábrica de iglesias y la formación de pueblos de vecinos marcará la extinción de muchos grupos étnicos a lo largo de los siglos XVI a XVIII. El incendio del palacio de los virreyes en 1783 destruirá parte de los archivos. En 1767 la expulsión de los jesuitas condujo a que sus libros y archivos de doctrinas y colegios se transfiera a los archivos virreinales y a la Biblioteca Real de Santafé.

Entre una heterogénea masa de documentos civiles, eclesiásticos o económicos generados por las autoridades colonial o los litigantes españoles, se encuentran expedientes que tratan de asuntos específicos de indios y abundantes pleitos con sus encomenderos o con otros agentes coloniales. Se partió de uno de los fondos y documentos más antiguos de 1539, con el libro de cabildos de Tunja, hasta 1819, cuando se abate el poder colonial y se instaura un gobierno independiente.

Bastaron cinco décadas para que la ocupación española cubriera ya amplios territorios, denominados imprecisamente como provincias indígenas. La mayoría fue pronto sometida al régimen de la autoridad colonial otros se autodeliminaron o se extinguieron en la resistencia. Casi un centenar de fundaciones hispánicas crecían ya en la segunda mitad del siglo XVII con una población periférica india ya sometida al régimen tributario de encomiendas, de servicios personales, de conciertos y mitas. Ello exigía la multiplicación de los papeles, de registros coloniales por los escribanos oficiales, los cabildos y al tiempo se acrecentaban además los archivos provinciales de las ordenes doctrineras de franciscanos y dominicos que se instalan y expanden después de la mitad del siglo XVI, luego agustinos, jesuitas, capuchinos.

En Santafé de Bogotá, sede de los representantes de la corona y del arzobispo, se formaban los archivos reales y el arzobispal. En las capitales de las provincias y en las ciudades y villas los libros de cabildo y los libros sacramentales llevaban el registro de los hechos locales y los movimientos de diezmos, capellanías y fábrica de iglesias. Otra documentación iba a Santafé y España.

Allí se registran las políticas y medidas sobre el trato o el mal trato de los indios, que eran reguladas por cédulas y provisiones reales, antes por las capitulaciones en la época de los descubrimientos, por los títulos de encomiendas y por los pleitos y juicios civiles y criminales entre españoles, caciques e indios, clérigos y protectores de indios. Las visitas y las tasas y retasas de población tributaria, condujeron el traslado y/o nuclearización de pueblos de indios. La multiplicación del número de vecinos fue presionando la desintegración física y sociocultural de las comunidades nativas. La acción de la evangelización en doctrinas, el mestizaje racial y la presión demográfica de vecinos sobre las tierras de resguardo, su lucha por la apropiación de éstas y de las tierras realengas, condujeron a la formación de latifundios, donde el indígena formaría con los españoles pobres, el peonaje de las haciendas. La resistencia indígena ante "las entradas" de españoles tuvo diversos procesos: extinción total por las armas e incendios de sus viviendas y cultivos, fue prontamente en el caso de los cacicazgos militaristas y los grupos tribales de cazadores. El oro motivó la conquista con el despojo de adornos corporales, luego el saqueo de los santuarios y la destrucción de templos hasta la profanación de los sepulcros de los dignatarios y caciques, para luego desplazarse la explotación aurífera a zonas mineras apoyadas por la institución de la mita minera y luego con los esclavos africanos. Las crónicas de la conquista relacionaran las expediciones y las características de las etnias reacias al sometimiento, en variados expedientes y crónicas.

Las confederaciones de aldeas de los Tairona lucharon por su autonomía 75 años (1525-1599). Mientras los señores muiscas fueron abatidos mas rápidamente y los españoles con los caciques intermediarios sometieron sus indios al tributo y al pago de diezmos. La evangelización se fortalecía y ampliaba. Las parroquias secularizadas sustituirían a las doctrinas.

A las huestes de los descubridores y sus expediciones hacia el interior del territorio acompañaron desde el inicio los frailes de las órdenes religiosas Op y OFM en la primera mitad del siglo XVI. Fueron también de origen religioso los primeros obispos de Santa Marta, Panamá, Cartagena, Santafé y Popayán. Los registros de acción doctrinera se encuentra hoy dispersos en los fondos del Archivo Histórico Nacional, en los archivos provinciales de las órdenes religiosas y en los archivos parroquiales de antiguas doctrinas de indios y algunos conventos.

A la expulsión de los jesuitas siguió la transferencia de las doctrinas al clero secular y la erección de parroquias. De los archivos doctrineros más antiguos se trasladaron algunos libros a los conventos provinciales; otros sufrieron la destrucción paulatina. Hoy pocos archivos parroquiales que conservan libros sacramentales de los siglos XVI y XVII.

Durante las guerras de independencia y las tomas armadas de Santafé y otras ciudades coloniales, los legajos coloniales fueron saqueados o incendiados. Entre 1822 y 1840 el gobierno colombiano suprimió conventos con menos de ocho curas de misa y los bienes asignados a colegios de instrucción pública. En los últimos 150 años fueron desmembrados los fondos de los archivos y sólo sobreviven algunos en los colegios de Ibagué, San Gil y Tunja.

En 1862, el gobierno extingue las órdenes religiosas y sus archivos y bibliotecas se trasladan de los conventos provinciales a los fondos oficiales. Desde 1513, y con mas ahínco desde la segunda mitad del siglo pasado, se publican en Sevilla y Bogotá y reeditan las crónicas de la conquista. Hoy sobreviven cerca de setenta lenguas y dialectos nativos, de los que son portadores medio millón de indígenas entre treinta y dos millones de colombianos que luchan por un espacio político en el marco de la constitución política de 1991 que reconoce la dimensión pluricultural y multiétnica de la sociedad colombiana, en lucha por su autonomía política, territorial y conservación de su lengua y su cultura.


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